HARPER
No podía hablar, solo me quedé allí mirándolo, completamente desconcertada.
Dylan se levantó del borde de la cama y dio un paso hacia mí.
Retrocedí.
Él se detuvo y soltó un suspiro. Sus manos se ubicaron en sus caderas, su mandíbula apretada.
—No entiendo qué te pasa, Harper —dijo con voz seca.
Yo no podía hablar. Mis labios entreabiertos, la garganta cerrada. El corazón golpeaba lento, pesado. Sentía el sudor frío en la espalda, en las sienes.
Bajé la mirada y en completo silencio subí las mangas de mi blusa.
Dylan me agarró de los hombros sin previo aviso.
—¡Mírame! —exigió.
Contuve la respiración y levanté la vista. Él examinó todo mi rostro sin decir nada; sus ojos estaban llenos de frustración y desespero.
—¿¡Hasta cuándo!? —inquirió, su tono más bajo, cansado.
La culpa me invadió.
Abrí mis labios a punto de hablar, pero un leve toque en la puerta me interrumpió.
—¿Chicos, está todo bien allí adentro? Escuché un grito —la voz de mi madre resonó.
Dylan me soltó y tomó su s