HARPER
La necesidad de maldecir se me incrustó bajo la lengua, como el veneno de una serpiente, listo para ser escupido antes de volverse letal.
Es mi novio, mi prometido. Claro que podía estar aquí, pero no por eso era más fácil.
Miré hacia la puerta, insegura.
Tal vez no me habían visto llegar. Tal vez podría subirme de nuevo a mi auto, dar marcha atrás y volver más tarde, cuando él ya no estuviera…
Pero no lo hice.
—¡Cariño, por fin llegas! —dijo mi madre al verme cruzar la puerta.
Había una gran sonrisa en sus labios, su voz sonaba animada y venía hacia mí con los brazos abiertos desde la sala de estar.
Me dio un beso en la mejilla y me abrazó. Su razón para estar así de feliz era obvia, pero lo extraño fue no ver a Dylan por ningún lado. Solo estaban mi madre y Rous, una chica del personal de servicio que arreglaba el comedor.
—Hola, mamá —susurré apenas con ánimo.
Ella se apartó para mirarme.
—¿Cómo te fue?
—Bien… —hice una pausa, esperando que ella dijera algo, pero al ver que