Capítulo 57 El arma

—¿Arma? —preguntó Valentina con una inocencia que era más afilada que un cuchillo—. No había ninguna arma, Directora. El libro venía así. Pensé que era un defecto de fábrica... o un lugar para guardar un rosario que alguien robó antes de que llegara a mí.

—¡Mientes! —Carmenza se giró hacia Soto—. ¡Registren todo! ¡Tuberías, inodoros, techos!

Buscaron durante tres horas. Levantaron el suelo (pero no la losa correcta del baño de aislamiento, que estaba en otro bloque). Revisaron la enfermería. Revisaron a La Cobra.

Nada.

El arma se había evaporado.

Carmenza salió al pasillo, sacando su teléfono encriptado con manos temblorosas. Marcó el número de Marcos.

—¡El arma de escape desapareció! —gritó, sin importarle quién escuchara.

—¿Cómo que desapareció? —la voz de Marcos era hielo seco—. Le enviamos un revólver rastreable. Debería estar en su celda.

—¡No está! Registré todo. Si desapareció, significa que ella la usó, la escondió fuera del perímetro o se deshizo de ella. ¡Es más lista de lo
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