El sonido de la lluvia se había vuelto una constante en su vida, como si el cielo llorara por ella.Carmen salió del hospital con los ojos enrojecidos, las manos temblando y el corazón roto en mil pedazos. No recordaba bien cómo llegó hasta la calle, solo que sus pasos la llevaron a la acera y levantó una mano.Un taxi se detuvo con un chirrido.—A la calle Los Robles, número 214 —dijo con voz débil.El conductor la miró por el espejo, notando el temblor en su voz, pero no preguntó nada.Durante el trayecto, Carmen abrazó su bolso contra el pecho, sintiendo que el mundo se le venía abajo. Afuera, las luces de la ciudad pasaban borrosas, como un sueño roto.Cuando el auto se detuvo frente a la antigua casona familiar, ya la noche había caído por completo. La fachada se veía más oscura de lo habitual, y solo una tenue luz provenía del interior. Pagó al conductor, bajó sin mirar atrás y empujó la puerta.En cuanto entró, el silencio la envolvió.Solo el tic-tac del reloj en el pasillo ac
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