Marco suspiró, un sonido cansado que llenó la habitación. Bajó un poco el arma, pero sin dejar de apuntar a Valentina.—Lo siento —dijo, sin cambiar el tono—. No te deseo ningún mal. Pero ya sabes cómo funciona esto. Él habló. Yo obedezco. Y entonces…Tiro del gatillo.De pronto, todo sucedió demasiado rápido. Una mano fuerte y firme surgió desde la penumbra y, en un solo movimiento, arrebató el arma de las manos de Marcos. Era Nicolás, el jefe, cuya presencia imponía respeto y miedo a partes iguales. Sus ojos, oscuros y calculadores, se posaron primero en el arma y luego en Marcos.—Jefe, yo... —balbuceó Marcos, sorprendido y algo avergonzado—. Yo solo...Nicolás lo interrumpió con un gesto de la mano. Suspiró, como quien carga con el peso de todas las decisiones difíciles.—No te preocupes —dijo finalmente, su voz grave y serena—. Sé que solo estabas cumpliendo mis órdenes.Luego, giró la cabeza y miró a Valentina, quien estaba allí, temblando de miedo, con una lágrima solitaria rec
Leer más