Capítulo 49: El aliento del dragón

La noche en la celda 402 no fue para dormir. Fue para calcular.

Valentina yacía en la litera superior con los ojos abiertos, mirando las grietas del hormigón como si fueran mapas de batalla. La Cobra le había dado el objetivo: entrar a la oficina de la Directora. Pero Carmenza no recibía reclusas por gusto. Necesitaba una crisis. Un desastre lo suficientemente grande como para romper el protocolo, pero lo suficientemente contenido para no llamar a la policía externa.

La Cobra, con su experiencia de décadas, había sugerido el arma más accesible y peligrosa en una prisión: la química de limpieza.

—Cloro y amoníaco —había susurrado La Cobra en la oscuridad—. Por separado limpian. Juntos, matan. Crean gas cloramina. Quema los ojos, cierra la garganta. Es el aliento del dragón.

A la mañana siguiente, el plan se puso en marcha.

Valentina fue asignada al turno de fregado de suelos en la cocina industrial. El ruido era ensordecedor: el choque de bandejas de metal, el rugido de los hornos, los
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