Fernando caminaba de un lado a otro, rodeado de servidores informáticos que zumbaban con el calor del procesamiento de datos.
Frente a él, sentado en una caja de municiones, estaba el coronel Leal. Un hombre de uniforme desgastado y mirada cansada, uno de los pocos militares honestos que quedaban.
—Nicolás está usando a su abogado para mantener a Valentina cautiva legalmente, protegida pero silenciada —explicó Fernando, señalando los esquemas en la pizarra—. Es un escudo humano. Pero no es suficiente. Los Ferrán tienen sicarios dentro de El Muro.
—Si expones a los Ferrán directamente ahora, matarán a Valentina antes de que podamos sacarla —advirtió Leal, con la voz grave—. Y Nicolás te cazará.
—No voy a exponer al General todavía —dijo Fernando, con una mirada fría—. Voy por el eslabón débil.
Fernando arrojó una carpeta sobre la mesa improvisada.
—Adrián Ferrán. El hermano de Beatriz. El hijo pródigo que gestiona las cuentas de la empresa fantasma 'Umbra'.
Leal abrió la carpeta. Estab