—¡Fuera de aquí! —vociferó Fernando con el semblante desencajado. Y sin más, se inclinó y empujó a Luciana hacia afuera.
—¡Aaaah…! —soltó ella, sintiendo cómo su espalda chocaba contra la barrera metálica del puente.
Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando escuchó un estruendo: la Porsche embistió con fuerza el Pagani, levantándolo de golpe.
Fernando, aún en el asiento del conductor, salió despedido por el impacto.
—¡Nooooo! —gimió Luciana, contemplando la escena con horror mientras las lágrimas corrían silenciosas por sus mejillas—. ¡Fer… Fer…!
El Porsche retrocedió unos metros y, como si fuera un intento de rematar, volvió a avanzar a toda velocidad contra el Pagani.
—¡No…! —chilló Luciana, sintiendo que algo dentro de ella se rompía.
Una vez más, el Porsche repitió la maniobra, ahora con más fuerza. El choque fue tan fuerte que los dos autos salieron disparados por los aires. Uno era plateado, el otro rojo, volando sobre la orilla del puente y cayendo con un estruendo en el mar