Salvador se acercó con una sonrisa.
—Luciana, Martina… ¿vinieron a comer?
—Sí —contestó Luciana, devolviéndole la sonrisa, mientras Martina desvió la mirada, sin querer saludar.
—Yo quedaré con unos amigos —explicó Salvador—. Hagan algo: dejen la cuenta a mi nombre. El wagyu y el salmón están muy buenos hoy. Bueno, me retiro ya.
Como se trataba del buen amigo de Alejandro, Luciana no lo rechazó:
—Entonces nos aprovecharemos de tu invitación. Gracias.
—No hay de qué —Salvador inclinó la cabeza y se marchó.
—Tch… —resopló Martina—. Si viene a comer con su novia, ¿por qué no lo dice directo en vez de “amigos”?
Luciana levantó la vista y vio que Salvador, efectivamente, estaba con una chica. Luego miró a Martina:
—Oye, ¿no crees que esa chava se parece a alguien?
—¿Verdad? —coincidió Martina—. La primera vez que la vi, sentí que me resultaba familiar, pero no logro ubicarla en algún artista o algo así.
—¡Qué tontita eres! —bromeó Luciana, examinándola de arriba abajo—. No está lejos, la ti