Durante largos segundos, Luciana se aferró a él, conteniendo su llanto. Al final, lo abrazó de vuelta. Por más enojo que tuviera, no podía negar que lo necesitaba.
***
Ricardo había recuperado la conciencia y, en la UCI, se permitía a los familiares verlo a través de la puerta. Al ser Luciana su única pariente directa, el hospital la llamó. Cuando ella llegó, descubrió que Clara también andaba por ahí.
Pero Clara no parecía haber venido por preocupación genuina. Más bien, daba la impresión de buscar pleito.
—¡¿Por qué no me dejan pasar?! —gritaba al personal médico, furiosa—. ¿Quieren matarlo ocultándomelo, o qué?
—Señora, si no se va, tendré que avisar a seguridad.
—¡Llámelo, me da igual! —replicó ella, sin recato.
De pronto, Clara se giró y vio a Luciana acercándose.
—… —Su expresión cambió. Parecía que llevaba días sin dormir, con las ojeras y los ojos inyectados en sangre. Un aspecto francamente aterrador.
Luciana no deseaba prestarle atención, así que siguió de largo.
—¡No te crea