—Señor Guzmán, no necesita alarmarse tanto —comentó Alondra, revisando el informe de los exámenes—. Hasta donde podemos ver, la mamá y el bebé están bien por ahora. Además, la nutrición intravenosa está surtiendo efecto; el bebé ha crecido y ya se ajusta a las semanas de gestación.
Alejandro alzó las cejas, extrañado. «¿Entonces qué problema hay?»
—Pero… —Alondra señaló con el dedo los resultados—. Tengo entendido que, al inicio del embarazo, su esposa sufrió varios episodios de desmayos, ¿verdad?
—Sí —respondió él, con el corazón dándole un vuelco.
—El caso es que, aunque de momento no hay complicaciones de gravedad, en la etapa final del embarazo no podemos asegurarlo todo. Como doctora, debo exponer todos los escenarios. Si se lo dijera directamente a ella, quizá le afecte el ánimo y podría perjudicarla a ella y al bebé. Por eso preferí informárselo primero a usted.
—Lo comprendo —asintió Alejandro—. ¿Qué podría llegar a pasar más adelante? ¿Cuál sería la consecuencia más severa?
—G