De pronto, se quedó sin aliento: Alejandro la había alzado en brazos para luego depositarla suavemente sobre la cama, cercándola con su cuerpo para impedir que huyera.
—¿No quieres escuchar? Yo ya te lo dije: jamás traicionaría nuestro matrimonio, ¿por qué no confías en mí?
Luciana lo miró fijamente.
—Señor Guzmán, no dudo de tu sentido moral. Estoy segura de que, físicamente, cumplirías tu promesa conyugal.
Alejandro, con su educación, su alto sentido de la responsabilidad… Luciana estaba convencida de que él no tendría un desliz corporal. Pero…
—No es solo una cuestión de cuerpos. También existe la traición emocional.
Tras pensarlo un segundo, se corrigió:
—Aunque, para ser sincera, tu corazón jamás ha estado del todo conmigo…
—¿Tú crees que no? —interrumpió Alejandro, sintiéndose acusado injustamente—. ¿Te parece que no he estado a tu lado?
—Quizá una parte de ti sí, pero no en su totalidad… —reconoció Luciana—. No fue correcto decir que no me has brindado nada. Lo admito.
Él quedó