¡Culpable! Nassar no opone resistencia; es condenado a morir en la silla éctrica. Contrario a lo imaginas, su martirio no acaba ahí. autor lo deja alma en pena. Lo obliga a acompañ en las etapas más significativas de su vida; de niño a adolescente, de adolescente a pequeño adulto, y de pequeño adulto a ese último paso que no pudo dar. Entonces se da cuenta de que nada fue casualidad… Acompaña a Jaime Garza en ésta peculiar novela donde nos demostrará que las apariencias engañan, en ocasiones confunden, y solo algunas veces aciertan.
Leer más‘’…esa mañana fuimos felices. Bebimos café negro sin azúcar, como yo siempre lo he tomado, como ella aprendió a beberlo desde que empezamos a querernos. Hojeamos el libro amarillo con diez mil números, cogimos uno al azar y lo marcamos. Seguimos con éstas bromas estúpidas… las llevamos de rutina. Como esas pequeñas memorias que uno recolecta para no perderse en la nada, para que el agobio del mañana no borre a quien amamos.…’’
En eso y más pienso mientras invierto mis últimos pasos. Camino hacia la silla eléctrica; ahí todo acabará.
La sensación se le parece a la de aquella noche, pero ahora no hay luces ni confusiones. O las hay, pero no rojas ni azules, y de la incertidumbre… ¿qué les digo? De tanto buscar respuestas uno se acostumbra a no encontrarlas.
Estoy cerca de morir. ¿Por qué he de sorprenderme? Si yo fui quien decidió estar aquí.
Todos hemos pensado en nuestro último día. Los miedosos lo callan, pero seguro se imaginan postrados en una cama, con la esposa siempre fiel y los hijos llorándole en una esquina. Los escépticos se preocupan más por dejarle buenas historias al muerto que por cuidarle una sana despedida, pero igual y se ven caídos de un infarto, de una pulmonía o de simple vejez… como si esto último fuera una enfermedad.
¿Qué dicen de los valientes? Esos que no le sacamos la vuelta a la huesuda y hasta la invitamos a bailar.
Nosotros gustamos hablar de ella y nos emocionamos imaginándonos desenlaces de película, sabiendo que a cero de cada diez se les cumple el capricho.
A mí me lo cumplió, sin embargo. Moriré como siempre quise, pero no es como lo imaginé.
Mientras el policía me amarra a la silla, yo no intento zafarme. Al contrario, añoro que la enciendan. En el ventanal hay mucha gente, incluso periodistas clandestinos que se harán millonarios al grabar mi último quejido.
No me quejo. Siempre quise ser el centro de atención y hasta de muerto lo lograré. El problema es que nadie de los que están aquí siente algo por mí, y eso duele.
No hablo de amor. Eso es mucho pedir. Hablo de odio o de reproche, pero del verdadero, no de éstas poses dignas de falsos ofendidos.
Fingen odiarme porque así lo dicta la naturaleza. Soy el blanco perfecto para desahogar frustraciones y apagar indiferencias. Me odian para no pensar en lo jodida que está su vida.
¿Quién no odia a Julio Nassar?
Que sencillo resulta decirlo sin saber cómo estuvieron las cosas.
No los culpo. Yo tampoco entiendo cómo está el rodeo y también me odio.
A diferencia de ustedes, mi odio es real. Odio cada fibra de mi ser y de mi no ser. Odio el momento preciso en el que decidí convertirme en lo que soy.
¿O acaso no fue mi decisión?
Un crujido me incomoda el cuerpo y lo hace temblar. Pronto olvido que soy de carne y hueso… el dolor me hace olvidar. Caigo rendido en gritos desarticulados mientras me esfuerzo en no acabar con los ojos en blanco. Los quiero bien abiertos, mas no perdidos. No ante la mirada sedienta del nido de hipócritas que disfrutan con la entrega.
Muero. Muero rápidamente pero de forma lenta. Lenta para ellos y lenta para mí. Para ellos, porque aunque les gusta verme sufrir quieren botarme de sus días. Saber que Julio partió del mundo como ellos sabiamente lo predijeron. Anhelan volver a sus miserables vidas y morirse de la nada. Yo, al menos, muero de algo. Algo que no entiendo ni entenderé, pero de alguna forma tiene que ver con ella. Con el amor. Con el amor de ésta vida que se apaga lentamente. Lento, para mí, porque me duele el alma. Ni las descargas eléctricas me sanan. Sigo preguntándome por ti, cariño. ¿Dónde estás, Sophía? ¿Dónde dejaste nuestro último beso?
Veinte años después…En México es época de elecciones; el candidato perfilado a ganar amenaza con meter al país en una guerra donde lleva todas las de perder, y sin embargo, el tema principal no es ese, sino la misteriosa revelación de una mujer que asegura la inocencia del mítico Julio Nassar.—Julio era inocente —inicia tajante la mujer de blanca cabellera y mirada cristalina.—¿Entonces es cierto el mito de que estaba loco? —pregunta el presentador, alimentando un chisme popular.—Eso le hicieron creer.—¿Quienes?—Sus fantasmas.El público se burla, pero a la mujer parece importarle poco el escepticismo de estos jóvenes que odian a Nassar sin haberlo conocido.—Supongo que lo conoció —dice el conductor, intentando rescatar el hilo de
Duré unas cuantas semanas en coma; tal parece que me quise suicidar después de cometer los asesinatos.Me aferro a pensar que Sophía fue real. Que no acabé loco cuando Cristian me intentó matar.Las autoridades apoyan mi deseo y me juzgan como cuerdo en tiempo récord.Mejor así. Que la prensa diga que fui un asesino incomprendido.De paso pago por la memoria de a quienes les hice daño. Incluyendo a Nancy, que solo fue un medio para acabarme.Estoy acabado.Ella merece quedar libre, y sin embargo, no muevo un dedo para salvarla.<
‘’…esa mañana fuimos felices. Bebimos café negro sin azúcar, como yo siempre lo he tomado, como ella aprendió a beberlo desde que empezamos a querernos. Hojeamos el libro amarillo con diez mil números, cogimos uno al azar y lo marcamos. Seguimos con éstas bromas estúpidas… las llevamos de rutina. Como esas pequeñas memorias que uno recolecta para no perderse en la nada, para que el agobio del mañana no borre a quien amamos.…’’En eso y más pienso mientras invierto mis últimos pasos. Camino hacia la silla eléctrica; ahí todo acabará.La sensación se le parece a la de aquella noche, pero ahora no hay luces ni confusiones. O las hay, pero no rojas ni azules, y de la incertidumbre… ¿qué les digo? De tanto buscar respuestas uno se acostumbra a no en
Es Gabriela. Logro distinguir lo que le queda de rostro. A sus pies está Inossa, que recibió el quinto disparo.Volteo a todos lados; busco desesperadamente a la autora de estos crímenes, mas no logro encontrarla. Pareciere que estoy solo.Estoy solo.He perdido la cabeza.Descubro mi demencia cuando a la distancia veo a Dulce caminar hacia mí.Trae puesta una bata blanca y lleva la mirada encendida.Pálida; evidencia de que me visita desde el más allá. Mi momento ha llegado. Ese para el que nadie nos prepara pero a todos nos llega. Ese al que le tememos sin medida; más por no saber lo que
Lo que más odiaba de las mudanzas, era la burla constante de las paredes. Esas que me daban la bienvenida entre crujidos que no se oían pero se sentían. O los sentía yo, mejor dicho. Porque papá y mamá estaban distraídos en sus negocios.Hoy vuelvo a sufrir esa terrible sensación mientras camino sin saber a dónde voy. La sufro mientras busco a Sophía, mas en el fondo algo me dice que antes me encontraré con la muerte.La sufro, y me gusta sufrirla.Es una especie de tributo a esta vida gitana que se entendió más con el dolor que con el confort.—¿Sophía? —pregunto y el eco me responde.Camino unos cuantos metros hacia al frente. Luego giro a la derecha y encuentro nada. Me regreso. Tomo el carril de la izquierda y solo la humedad me acom
Pierdo más de veinte minutos intentando unir los trozos de la carta que accidentalmente rompí, hasta que lo logro. Leo detenidamente esa letra curveada que me trae algunos recuerdos, mas no se de quién. Me indica una fecha que a primera vista significa nada, solo que es de un año ya vivido. Abajo de ella, una dirección. Y en rojo sangre la suplica de ir antes de que sea demasiado tarde.Abandono la pieza y me dirijo a ese lugar que no sé dónde es, ni cómo llegaré, pero al que debo ir. Así la muerte me alcance en el camino.En cierto momento acabo en la camioneta de un desconocido en el que tengo que confiar porque no hay otra opción. La dirección, pronto me entero, está a un par de horas andando en auto; un día entero caminando.No hay tiempo. Necesito llegar y este suj
Último capítulo