97: Eres mi prioridad.

Salí de la casa con el pecho en llamas. Estar cerca de Ginevra nublaba por completo mi razón; la deseaba como si me faltara el aire, como si quisiera devorarla entera. Pero necesitaba que recordara. ¿O acaso no? Dios, yo mismo no sabía con claridad lo que quería. Lo único cierto era que la quería solo a ella.

—Señor, ¿a dónde vamos? —preguntó Santos, atento al volante.

Tenía asuntos pendientes con mi padre. Sabía que no estaba de acuerdo con Ginevra, pero ella era la mujer que quería y la madre de mi hijo. Recordar que solo era uno me dolía en el alma. Por mi propio orgullo y estupidez, no supe protegerlos antes. Ahora que estaban de nuevo conmigo, haría todo lo posible por mantenerlos a salvo: por construir esa familia que prometí en las noches más oscuras, por tener —en el futuro— más hijos, por llenar la casa de voces y caos feliz.

—A casa de mi padre —le dije a Santos. Él me miró por el retrovisor, serio.

—La señora Analía ha estado llamando con insistencia —me advirtió.

Respiré h
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