96: Orgullo herido.
Valentino parecía más calmado de lo normal mientras yo seguía gritándole e insultándolo; no podía detenerme. Era como si todo lo que llevaba dentro quisiera salir de golpe, como si mi cuerpo entero se rebelara contra los años de silencio, contra cada palabra que nunca me atreví a decirle. Lo odiaba por eso, por descolocarme, por hacerme sentir tan viva cuando lo único que quería era no sentir nada.
—¿No me vas a decir nada? —le pregunté, buscando provocarlo, ansiando que perdiera el control.
—¿Te calmarás? —me respondió, con una voz tan tranquila que dolía.
Me mordí el labio inferior, temblando. Negué con la cabeza, incapaz de frenar las lágrimas.
—No voy a pelear contigo. Si quieres golpearme, hazlo —dijo, y se fue a sentar en el sofá como si nada importara.
Lo miré confundida. Ese hombre que antes me devoraba con la mirada ahora parecía agotado, rendido. Me acerqué despacio, con el corazón palpitando a un ritmo que dolía.
—¿Qué te pasa? ¿Acaso vas a morir? —le solté, queriendo herir