66: Trato con el diablo.
Emanuele me llevó a la habitación y me sentó en la cama. No dejaba de llorar; me sentía vacía, flotando en el aire, como si todo mi peso se hubiera esfumado. El odio por Valentino crecía con cada sollozo, era como si me hubieran arrancado el corazón de un tirón y me hubieran dejado un enorme agujero negro que lo ocupaba todo.
Necesitaba vengar a mi padre. Vengarme a mí misma. Necesitaba ver a Valentino sufrir, aunque fuera por unos segundos; quería encontrarme con su mirada y ver ahí el dolor de la pérdida, verlo desesperado, saborear su sufrimiento como quien prueba algo prohibido y necesario.
—¿Qué pasó? —preguntó Emanuele, preocupado. Lo miré y me aferré a él, esta vez con más fuerza; tenía que sostenerme en alguien, sentir que no estaba sola en ese abismo.
—Mi padre murió —dije entre sollozos. Emanuele me abrazó y pasó la mano por mi espalda, intentando calmarme, consolándome.
—Lo siento mucho. ¿Y cómo murió? —me preguntó.
Me separé unos centímetros, lo miré a los ojos. Si me