50: Rota.

La madre de Valentino me miró y sonrió, y entonces supe que ella era consciente de lo que su hijo y esa mujer estaban haciendo. Pero no le daría el gusto de humillarme; levanté la barbilla y le sonreí. Me acerqué a ella y me detuve a su lado.

—Entonces... ¿qué se supone que hacemos aquí? ¿Esto no era para conmemorar al señor Piero? —le pregunté como si nada. Ella me miró, buscando alguna señal en mi rostro de que yo sí hubiera visto a su hijo follarle la boca a esa perra de Analia.

—¿Cómo estás? —me preguntó.

—Estoy perfectamente bien, dejando de lado que su hijo me lanzó a una habitación con un hombre que se podría aún estar vivo, que me encadenaron a su cuerpo y que por eso terminé con los tendones de mi mano destrozados —le solté. Ella frunció el ceño y miró a otro lado.

—No le importa, ¿verdad? —insistí. Era tan frustrante que una mujer permitiera que su hijo fuera un patán.

—No. Si mi hijo te castigó de esa manera, me imagino que fue porque hiciste algo muy malo —dijo con la calm
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