49: Humillada en silencio.

La tarde llegó y yo no quería salir de la habitación. Me había quedado ahí, hecha nada después de lo que pasó con Valentino; pensé muchas cosas, pero todos los finales eran horribles y trágicos.

Me puse un vestido sencillo y me maquillé un poco porque tenía unas ojeras horribles; me veía cansada. Pero ¿cómo podía ocultar mi mano? ¿Qué explicación tendría Valentino para esto?

—¿Ya estás lista? —preguntó Valentino.

Me di la vuelta; él aún traía el mismo traje que esa mañana.

—Sí —le dije.

Él asintió con la cabeza y salió de la habitación. Lo seguí, como un perrito faldero. Vi su espalda y, en el fondo, me arrepentí de lo que había hecho con él esa mañana: me sentía como una vulgar prostituta en busca de afecto.

Respiré profundo y lo seguí hasta el coche. Esta vez no me abrió la puerta; no esperó a que yo entrara primero: simplemente subió y cerró. Entré y lo miré; estaba concentrado en algo del celular.

—¿De qué es la cena? —le pregunté.

—Es un pequeño evento en memoria de mi abuelo. Es
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