51: Postre de venganza.

Esa mierda de cena fue horrible. Todos me miraban y yo sabía por qué: tenía el rostro hinchado de tanto llorar; las lágrimas se habían secado formando líneas brillantes en mis mejillas, pero mantenía una expresión de desprecio dirigida a todos. Los que más me provocaban asco eran Valentino y Analia. Ella me miraba triunfante, como si se hubiera ganado la lotería; su sonrisa era una daga fina que se clavaba una y otra vez.

La madre de Valentino me ignoró el resto de la noche y se lo agradecí. No quería tener que fulminarla con la mirada también. El padre solo observaba a su hijo y luego me miraba a mí, con una mezcla de confusión y rabia que no lograba tocarme. Todo aquel salón olía a velas, colonia cara. Todos se veían infelices. pero la más infeliz era yo.

Tomé mi copa de agua y me la llevé a la boca; bebí ruidosamente, haciendo que todas las miradas se posaran en mí. Quería que sintieran mi presencia, mi imposición: estaba allí aunque no quisiera.

—¿Puedo tener un poco de postre? —p
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