Grace me miró con esa dulzura que siempre lograba tranquilizarme, la misma que me hacía sentir a salvo incluso cuando todo parecía derrumbarse.
—Si quieres, puedo quedarme contigo unos días —dijo con voz suave—. Así me aseguro de que todo esté bien.
Le sonreí, sujetando su mano entre las mías.
—No te preocupes, Grace. Estaré bien. Richard ahora cuida de nosotras, y también tengo la compañía de Gladys. Estaremos bien. Samuel te echaría de menos, te necesita a su lado.
Grace soltó una risa ligera, esa que siempre me hacía sonreír.
—Oh, Samuel entendería. Hemos estado juntos por treinta y siete años… puede sobrevivir unos días sin mí.
No pude evitar reír también. Grace siempre encontraba la forma de aligerarlo todo, incluso los momentos que dolían. Había algo en ella que traía paz, una paz que solo había sentido antes con mamá.
—Es un buen hombre, Nora —dijo de pronto, mirándome con esa certeza que solo da el corazón—. Le he visto, y eso no se puede fingir. Me quedo más tranquila sabiend