Alba
La puerta se cierra detrás de nosotros con un golpe sordo. Y todo lo que quedaba de la noche, de Giulia, de las miradas, de los murmullos, desaparece como una ilusión disipada. Aquí, no hay nada más que Sandro y yo, y el mundo que vamos a crear, ardiente y secreto.
Él no me deja respirar. Sus labios caen sobre los míos con una urgencia animal, una posesión que no tolera ninguna vacilación. Su beso es una toma, una reivindicación, una marca. Sus manos se deslizan por mi cintura, casi me levantan, me pegan contra él. Siento cada músculo tenso, cada respiración entrecortada, y mi cuerpo responde sin que pueda resistir.
— Sandro…
Mi aliento se quiebra en su beso, mi cuerpo tiembla contra el suyo. Sus manos bajan más, rodeando mis caderas, presionándome contra él como para anclarme en el instante. Un escalofrío me atraviesa, salvaje, incontrolable.
Él me empuja suavemente contra la pared, y siento la frialdad del yeso contrastando con el calor ardiente de su piel. Sus labios abandonan