Isabella Moretti regresa de Suiza con títulos en Medicina y Derecho Internacional, y un corazón endurecido por el pasado. Está decidida a cumplir con su deber familiar: casarse con Francesco Rossi, el heredero de una de las familias mafiosas más poderosas de Italia. El mismo hombre que años atrás le rompió el corazón por una mujer que ni su abuelo aprobaba. Para Francesco, Isabella es una sombra del pasado que vuelve para arruinar sus planes. Su corazón pertenece a Elena, la mujer que ha amado desde la adolescencia. Pero tras la muerte de su padre y su tío en un misterioso atentado, el matrimonio arreglado se convierte en el primer movimiento de una partida mucho más peligrosa. Un juramento. Un pacto. Un imperio en juego. El amor, la lealtad y la venganza se entrelazan en un mundo donde nada es lo que parece, y las traiciones siempre llegan desde donde menos se espera. Cuando el velo finalmente caiga… solo uno quedará en pie. Advertencia: Esta historia contiene giros oscuros, personajes moralmente grises, amor tóxico, traición y conflictos de poder. Apto solo para lectores valientes.
Leer másEl resonar de la lluvia golpeaba las ventanas de la mansión Rossi, creaba una sinfonía melancólica que se filtraba por cada rincón. Francesco, con la mirada perdida en el horizonte, recordaba las palabras de su abuelo Don Marco Rossi: «La vida es un laberinto, Francesco, y a veces, nos perdemos en las sombras».
Esa noche, las sombras se cerraron aún más. El sonido de unos tacones resonó en el pasillo, interrumpiendo los pensamientos de Francesco. Elena entró en la habitación en compañía de Dimitri, su rostro estaba palidecido y sus ojos parecían perdidos e inundados por el llanto.
—Elena, acabo de enterarme, —dijo Francesco con una expresión de tristeza y rabia. —Siento mucho lo de tus padres Elena, trabajaron para el abuelo y siempre fueron leales a la familia, no entiendo como sucedió. ¿Cómo estás?
Elena apenas levantó la mirada. —Estoy totalmente sola, Francesco. La noticia fue como un golpe repentino, no sé qué haré sin mis padres, yo ni siquiera termine a la universidad, mi padre siempre quiso cuidarme y tratarme como a una princesa, eso era para él su princesa. — Respondió Elena entre sollozos mientras se aferraba a los fuertes brazos de Francesco.
En ese momento, Dimitri, que observaba todo con los brazos cruzados desde la puerta del despacho, intercedió. —Francesco, sé que esto es difícil, pero hay algo que debes saber. Antes de morir, el padre de Elena me pidió que hicieras un juramento.
Francesco frunció el ceño, intrigado. — ¿Un juramento? ¿De qué estás hablando?
Dimitri respiró hondo antes de continuar. —Me dijo que te hiciera prometer que protegerías a Elena en su ausencia. Y ahora, más que nunca, necesitará a alguien que la cuide, es frágil y está completamente sola, después de todo ustedes mantienen una relación clandestina, considero que es hora que enfrentes a tu abuelo y le te cases con Elena.
Las palabras de Dimitri resonaron en la habitación, dejando a Francesco perplejo. —Dimitri, no tienes por qué involucrarte en mis asuntos y mis decisiones, si no tienes más nada que decir es mejor que te retires, aunque nos conozcamos desde niño no debes olvidar cuál es tu lugar.
Dimitri bajó la mirada, mientras apuñaba una de sus manos. —No tengo nada más que decir, Francesco, los dejaré solos para que conversen.
Elena se levantó en cuanto Dimitri se marchó, la decepción destellaba en sus ojos. — ¿Qué diablos estás queriendo decir, Francesco?, entonces yo también debo ocupar mi lugar, también soy la hija de los peones de tu abuelo y de tu familia, pensé que ibas a cumplir la última voluntad de mi padre, que me amabas y lucharías por mí ahora que estoy completamente sola, al igual que Dimitri nosotros somos empleados y jamás podremos aspirar a más que eso, tendré que conformarme en satisfacer tus necesidades a espaldas de tu familia y salir de tu habitación como una cualquiera.
Francesco la miró fijamente. — ¡Elena, no vuelvas a decir eso! — Grito, Francesco. —Te equivocas, Elena, tú eres diferente, hablaré con mi padre antes de hablar con mi abuelo, así tendré mucho más apoyo y si no lo aceptan, pues, declino a mi herencia y a todo lo que me corresponde por ser feliz contigo.
—No cariño, jamás me perdonaría que renunciaras a tu familia y todo lo que te pertenece por mi culpa, mejor habla con tu padre antes que salgan de viaje, así le daremos tiempo de pensar posteriormente cuando regresen hablaremos con el abuelo, ahora debo irme tengo que hacer los preparativos para el funeral, le pediré a Dimitri que me acompañe.
—Está bien, ve, mientras tanto, conversaré con mi padre.
La confusión invadía a Francesco mientras procesaba todo lo que sucedía y la inesperada revelación de Dimitri. — ¿Cómo sabía su padre que algo así sucedería? ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué los padres de Elena habían bajado la guardia para ser asesinados brutalmente?
Francesco tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas. Ahora solo tenía que cumplir con el juramento y velar por qué su amada Elena estuviera bien; pero para eso debía enfrentar a su familia.
Mientras Dimitri y Elena estaban organizando todo para el funeral, Francesco estaba reunido con su primo Leonardo conversando sobre lo sucedido y su determinada decisión.
—Es desquiciado todo lo que me cuentas Francesco, sabes muy bien que la familia no aprobará esa relación y mucho menos una boda, ambos sabemos que Elena se mete en tu cama desde que tenía dieciséis años, siempre ha sido un pasatiempo como las otras mujeres, pero de ahí a convertirla en tu esposa, eso jamás no lo permitirán y menos después que rompiste el corazón de la favorita del abuelo por culpa de Elena.
—¿Por qué no, Leonardo?, es porque no viene de una familia adinerada, eso es algo estúpido, venimos de una familia de mafiosos, no de la realeza, yo amo a Elena, es tan dulce, frágil y divertida, en cambio, la favorita del abuelo como le dices era una chica mimada y simple.
—Pues la
‘Ndrangheta es la realeza de la mafia y no te permitirán que te cases con Elena, dime algo Francesco, ¿Cómo es que Dimitri no recibió ni un rasguño en ese ataque?, porque desde que recibí la noticia le doy vueltas al asunto y no encuentro una respuesta que lo explique, tuvo el tiempo para un juramento, pero no para disparar eso es raro ¿no te parece?, ah mira allí viene mi tío te dejo para que converses con el yo iré a despedirme de mis padres, después de esta conversación espero no tener que asistir a tu funeral te espero en la sala.Francesco trago grueso al ver a su padre ingresar en el despacho, sus manos sudaban y podía jurar que el color de su rostro se había ido. —Que sucede hijo, estás pálido, alguna vez te he dicho lo orgulloso que estoy de ti, ocuparas muy bien mi puesto cuando el abuelo y yo nos retiremos o en su efecto una bala nos envié al panteón.
—Qué cosas dices padre, mi abuelo y tú son inmortales, a los Rossi no los vence nadie.
—No lo sé Francesco, en ocasiones pensamos que nada puede pasarnos y de pronto un día nuestros hijos organizan velorios. La muerte de los Guidacci me ha dejado con muchas preguntas, en este negocio hijo hay que cuidarse de todos, en especial de las personas que amamos, esos son las más peligrosas, ya que conocen nuestras debilidades, bueno basta de plática tu tío me espera, tu abuelo, tu primo y tú representaran a la familia en el funeral de los Guidacci.
—Padre, quería darte una noticia antes de que te marches; me casaré con Elena, jure que la protegería, además la amo y dentro de unos meses la haré mi esposa, quería que lo supieras antes que el abuelo.
Roberto se giró observando a Francesco con una expresión casi indescifrable, sonrió ladinamente y respondió. —Debe ser una broma, ¿verdad, Francesco? Una cosa es que metas a tu cama a la hija de uno de nuestros empleados y otra que la hagas tu esposa, acaso olvidas la humillación y el desplante que le hiciste a Isabella por esa chica.
—Padre, yo la amo y si tengo que dejar todo esto lo haré, además lo de Isabella paso hace mucho tiempo, no sé por qué sacas eso ahora.
—Escúchame bien Francesco, no voy a volver a limpiar tus niñerías, en aquel momento dejaste desecha esa niña por el jueguito con Elena, casi ocasiones una guerra entre las dos familias; ya ocupa tu puesto de hombre y déjate de ideas absurdas y ni pienses en tocar el tema con tu abuelo porque la bofetada que no te di, él si te la dará además de enviar a esa muchacha al mismísimo infierno. Eres el próximo en liderar todo esto, así que no lo arruines por tan poco. Qué maldición, acaso las Elena están destinadas a causar guerras, acaso olvidaste lo que leíste en literatura, recuerda lo que le paso a los Troyanos por causa de Helena.
Con una mezcla de rabia y confusión, Francesco se dirigió hacia el enorme salón para despedirse de su padre y su tío; Dimitri y Elena ya habían llegado y se despedían de Lorenzo y Roberto. Mientras Francesco observaba como su padre, envolvía a Elena en sus brazos mientras le decía algo al oído; no paso mucho en que Elena se zafara de Roberto y se girara para ver a Francesco.
Francesco ahora debía enfrentarse a Elena, el laberinto de su vida se volvía cada vez más intrincado, y las sombras que lo envolvían parecían insaciables. La promesa de proteger a Elena ahora se convertía en una traición a la familia, pero estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para estar con ella; Sin embargo, el destino había tendido un manto de tragedia sobre la familia Rossi y muy pronto Don Marco jugaría todas las cartas que tenía bajo la manga y Francesco era una de ellas.
El cielo en la casa de playa era una acuarela: dorado, rosado, azul profundo. Las antorchas iluminaban la arena húmeda, y las risas flotaban como notas musicales sobre el aire cálido.Esa tarde, el sol comenzó a caer despacio sobre la casa de playa. Todo estaba decorado con guirnaldas de luces, flores blancas y una pista improvisada sobre la terraza de madera.Era el aniversario de bodas de Francesco e Isabella.Alessa llegó con un vestido azul claro que resaltaba el brillo de sus ojos, acompañada por Charly. Isabella lucía radiante con un vestido crema, el cabello suelto ondeando con la brisa marina. Francesco la observaba como si aún no pudiera creer que era suya.Los niños corrían por el jardín: Fiorella, Marcos, Alessandro, Mateo y el pequeño Leonardo, mientras Jacomo, Carter, Chiara y Aura María reían y compartían anécdotas junto a Don Marcos, sentado en su silla con un vaso de vino y una sonrisa de abuelo orgulloso.Francesco tomó a Isabella de la mano.—Hace unos años, te dije q
La madrugada en Sicilia llegó gris y fría. Una niebla espesa cubría los campos, como si la isla entera hubiese guardado silencio por respeto. En la mansión Lombardi, solo se escuchaban los pasos pausados de los hombres de seguridad y el crujir de la madera vieja bajo el peso de los años.Thiago, con la chaqueta empapada por la humedad de la noche, entró sin pedir permiso. Su rostro no tenía color. En la mano traía el informe sellado de los equipos de búsqueda.Antonio Lombardi estaba en su despacho, de pie, de espaldas, mirando la ventana empañada que daba al mar.—Don Antonio… —Thiago tragó saliva—. Lo confirmaron hace unos minutos.Antonio giró con lentitud. Sus ojos ya sabían.—No encontraron el cuerpo —dijo él, sin voz.—Solo rastros de sangre. La corriente lo arrastró, señor.El papel cayó sobre el escritorio. Pero Antonio no lo miró.Apoyó las manos sobre la madera y bajó la cabeza.Y entonces… lloró.—Era mi único hijo —murmuró con un hilo de voz—. Mi único maldito hijo.Thiago
El silencio tras la decisión fue más estruendoso que los aplausos que aún resonaban a lo lejos en el resort. El grupo se desplazó a una de las habitaciones privadas, convertida en cuartel improvisado.Francesco fue el primero en romper el silencio.—Tenemos que cambiarnos y estar listos en veinte minutos. Esto no será una charla.El tono de su voz tenía esa gravedad que presagiaba fuego.Cada uno se retiró a su respectiva habitación. Alessa caminó en automático, pero al cerrar la puerta tras ella, se apoyó contra ella un segundo… como si necesitara recordarse que aún podía respirar.Frente al espejo, se quitó el vestido negro. Su reflejo mostró algo más que piel: mostraba miedo. Decisión. Ruptura. Y una pregunta oculta en el fondo de sus ojos azules: ¿y si esta noche no regresamos?Eligió un conjunto sencillo y funcional: jeans oscuros ajustados, camiseta negra sin mangas y una chaqueta de cuero. Se recogió el cabello en una coleta alta. En su cintura, el cinturón con una funda. Sabía
Las semanas posteriores a la visita al resort transcurrieron con una extraña calma. Como si todos los involucrados supieran que algo importante se había quebrado, pero nadie se atreviera a ponerle nombre.Alessa pasaba las mañanas revisando documentos, firmando autorizaciones, dando órdenes. Aparentemente entera. Firme. Pulcra.Pero solo ella sabía que cada noche se acostaba con la falta de Salvatore aún latiendo en la piel.Se despertaba con su perfume fantasma en las sábanas. Se tocaba el cuello sin darse cuenta, buscando el roce de sus labios. Se sorprendía recordando su voz susurrándole las letras de una canción tropical, con ese acento italiano tan grave y melódico que hacía vibrar las paredes de su alma.Y, sin embargo… no lo llamó. No preguntó por él. No fue al club. No buscó su sombra.Porque no sabía si lo que más temía era verlo… o no verlo.Salvatore, por su parte, no había vuelto al resort, mucho menos al hotel, desde aquella mañana en que dejó la habitación de Alessa con
El trayecto de regreso al hotel fue envuelto por un silencio cómodo. Alessa miraba por la ventanilla, las luces de la ciudad reflejándose en sus pupilas. La brisa nocturna entraba por la ventanilla ligeramente abierta, y en el fondo del auto aún sonaba música en volumen bajo. Salsa suave, como un eco lejano de la noche vivida.Salvatore conducía sin prisa, una mano en el volante, la otra sobre la palanca de cambios, pero sus ojos la buscaban cada tanto a través del reflejo en el retrovisor. Cuando llegaron, descendieron sin hablar. Alessa subió por el ascensor, y él la acompañó hasta la puerta de su habitación.—Gracias por esta noche —susurró ella, deteniéndose frente a la puerta.—¿Ya vas a despedirme? —preguntó Salvatore.—Es tarde. —contestó ella.—Entonces solo un minuto más. —insistió él.Ella lo miró. Hubo un segundo donde el aire entre ellos se volvió denso, vibrante. Sin pedir permiso, Salvatore acercó su rostro lentamente. Sus labios se rozaron en un beso suave, casi temeros
La mañana había comenzado agitada, el calor en Sicilia comenzaba a tornarse sofocante. Era uno de esos días donde el aire se volvía espeso y los rayos del sol caían sobre la piel como caricias ardientes. Alessa llevaba el cabello recogido en una trenza y una camisa sin mangas que no lograba evitar que su espalda se empapara de sudor.Pasaba de un punto a otro del resort, revisando detalles, corrigiendo entregas, firmando autorizaciones. A su lado, Salvatore la acompañaba como una sombra confiable, sin invadir. Sus intercambios eran breves pero constantes, como una coreografía bien ensayada.—Las luces del salón principal ya están instaladas —le dijo él, pasando la mano por su nuca, húmeda por el calor—. Pero los interruptores están al revés. Izquierda enciende la derecha y viceversa.—Perfecto —suspiró Alessa, girando los ojos—. Añádelo a la lista de cosas absurdas que debo corregir hoy.Él sonrió.—Está creciendo rápido esa lista. Vas a necesitar una botella de vino… o dos.Ella se g
Último capítulo