El silencio tras la decisión fue más estruendoso que los aplausos que aún resonaban a lo lejos en el resort. El grupo se desplazó a una de las habitaciones privadas, convertida en cuartel improvisado.
Francesco fue el primero en romper el silencio.
—Tenemos que cambiarnos y estar listos en veinte minutos. Esto no será una charla.
El tono de su voz tenía esa gravedad que presagiaba fuego.
Cada uno se retiró a su respectiva habitación. Alessa caminó en automático, pero al cerrar la puerta tras ella, se apoyó contra ella un segundo… como si necesitara recordarse que aún podía respirar.
Frente al espejo, se quitó el vestido negro. Su reflejo mostró algo más que piel: mostraba miedo. Decisión. Ruptura. Y una pregunta oculta en el fondo de sus ojos azules: ¿y si esta noche no regresamos?
Eligió un conjunto sencillo y funcional: jeans oscuros ajustados, camiseta negra sin mangas y una chaqueta de cuero. Se recogió el cabello en una coleta alta. En su cintura, el cinturón con una funda. Sabía