Capítulo 53

Desperté con la tibia sensación de un brazo rodeándome y el suave aroma de Maximiliano impregnando las sábanas. El tenue resplandor del amanecer se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, iluminando su rostro dormido. Se veía tan sereno, tan en paz, que por un momento temí romper la magia de la noche anterior con el simple movimiento de separarme.

Despertar juntos se sentía… muy bien. Una mezcla de alivio, de una felicidad cautelosa y de una punzada que hacía preguntarme "¿es esto real?". Su cercanía física había despertado en mí una calidez que no sentía desde hacía tanto tiempo, pero mi mente aún divagaba, recordando las razones de mi partida, las heridas que aún no habían cicatrizado por completo.

Él se removió ligeramente, sus ojos se abrieron lentamente y una sonrisa se extendió por su rostro al verme.

—Buenos días —susurró, su voz aún ronca por el sueño. Dios mío, no se podía ver más sexy.

—Buenos días —respondí,
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