Capítulo 73

El abrazo de Maximiliano fue mi ancla, la cuerda que me trajo de vuelta de ese maldito agujero oscuro. Pero las secuelas... uff, esas se pegan fuerte, frías y fastidiosas. Este hospital en Nueva York se convirtió en mi refugio temporal. Los médicos revisaron los moretones, el cansancio que me hacía sentir pesada, pero los dos sabíamos que las verdaderas heridas estaban por dentro, invisibles pero punzantes.

Max no se movió de mi lado, el pobre. Dormía hecho un ovillo en una silla incómoda. Una madrugada, lo vi despertarse sobresaltado, con el ceño fruncido.

—¿Pesadilla? —le susurré, con la voz todavía un poco áspera— Él asintió, tomando mi mano.

—Soñé que te perdía de nuevo, Clara. Que volvía a ese almacén y no estabas— Lo abracé con fuerza.

—Estoy aquí, Max. Contigo.

Al día siguiente vino la psicóloga, una mujer con una voz tranquila que me hacía sentir un poquito menos rota. Después de un rato de hablar, me preguntó directamente:

—Clara, ¿cómo te sientes respecto a Sofía ahora?

Su
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