Capítulo 59 — Lo que queda de una familia rota.
La casa de la madre de los alfas seguía igual que en la infancia de Darian: madera oscura, muebles sobrios, chimenea apagada. Pero la atmósfera no tenía nada de cálida. La tensión era espesa, casi física.
Apenas cerraron la puerta, Ian explotó.
—¡No esperes que me calme, madre! —estalló—. Gracias a él, gracias a Darian, el abuelo fue degradado, expulsado y ahora está encerrado como un criminal en las prisiones del Consejo. ¡Meses ahí dentro!
Elena no pudo evitar girarse hacia Darian, buscando su reacción. El rostro de su compañero permanecía rígido, sin sorpresa. Era evidente que ya sabía el destino del anciano. Pero eso no reducía la carga en sus hombros.
La madre negó lentamente.
—No es culpa de Darian.
—¡Sí lo es! —rugió Ian—. Si él no hubiera hablado… si no hubiera soltado esa historia frente al Consejo Supremo…
Fue entonces cuando Rurik, desde afuera, escuchó el aumento del pulso de Elena, su respiración acelerada, la vibración del don que empezaba a filtrarse. No se lo pensó: ab