Habían pasado cinco días desde la gala benéfica cuando el mensaje llegó al valle de Luna Blanca.
Un correo formal, enviado desde una dirección corporativa impecable, solicitaba una audiencia con la reina luna.
Héctor Valdez quería visitar la manada.
No como empresario, no como lobo solitario… sino como padre.
El texto era breve, respetuoso, pero cargado de una súplica silenciosa que Elena no pudo ignorar.
Leyó el mensaje en la cabaña principal, con Darian a su lado y Rurik apoyado contra la puerta, los brazos cruzados. El silencio que siguió fue denso, como si el aire mismo esperara su decisión.
—No tienes que hacerlo —dijo Darian con voz baja, pero firme—. Nadie te obliga, Elena.
Ella miró la pantalla, luego a Rurik. El beta del Sur no dijo nada, aunque sus ojos dorados hablaban por él: Ten cuidado.
—Lo sé —respondió ella tras un momento, respirando hondo—. Pero quiero hacerlo. Tengo preguntas… sobre mi don, sobre mi pasado… sobre él. No puedo seguir viviendo con este vacío para siem