(Punto de Vista de Catalina – 26 semanas de embarazo)
Necesitaba salir de la fortaleza aunque fuera una hora.
Llevaba casi cuatro meses sin pisar una tienda normal, sin ver gente que no llevara pistola al cinto ni cicatrices de guerra. El médico había dicho que el bebé estaba perfecto, que podía hacer vida “casi normal” mientras no corriera maratones. Así que convencí a Dario de una salida “inofensiva” al Centro Sicilia, el macrocentro comercial a las afueras de Catania.
Dario aceptó a regañadientes y con condiciones dignas de un desembarco militar:
Dos SUV blindados delante y dos detrás.
Diez hombres armados disfrazados de civiles.
Chaleco antibalas fino debajo de mi vestido premamá negro.
Anya vendría con nosotros porque “no se separa de la barriga ni con agua hirviendo”.
Salimos a las diez de la mañana.
El día era soleado, casi primaveral. Anya iba sentada a mi lado, con vaqueros y sudadera de los Mancini, cantando canciones de Disney en ruso. Dario iba delante, hablando por teléfo