Las dudas no se hicieron esperar. La balanza se inclinaba entre un auto que valía miles de dólares o la vida de su líder y algún otro camarada. Aquellos sujetos sabían a la perfección que el arma no poseía balas infinitas y ellos eran un grupo numeroso de hombres, de todos los tamaños y contexturas, que se movían como zombis con una única finalidad.
—Apártense. ¡Ahora! —ordenó Enzo, indicándole a Valeria con la mirada que se mantuviera justo a su espalda. Y así lo hizo.
La mujer temblaba de los nervios, reprochándose en silencio su deseo de querer saber más.
Avanzaron unos cuantos pasos, alertas y expectantes, parecía todo ir bien y funcionar, pero de pronto, otro de los sujetos sacó un arma y comenzó a disparar.
El cuerpo de Joaquín, recibió la bala que iba dirigida para Enzo, mientras este se lanzaba al suelo, llevándose a Valeria consigo, en medio de una lucha que no tenía pinta de terminar bien.
Enzo disparó con precisión al hombre que había empezado con el fuego, el cual recib