Capítulo 123
Desde aquella noche, todo había cambiado. Ninguno de los dos se atrevía a decir nada sobre lo sucedido. Verónica intentaba comportarse con normalidad, pero cada vez que Rodrigo se acercaba demasiado, recordaba el beso.

Una tarde, mientras estudiaba en la sala con Matías dormido en su cuna, Rodrigo entró sin hacer ruido, llevaba en sus manos un sobre con facturas pagadas.

—Ya está cubierto el alquiler de este mes —le informó con simpleza.

—Rodrigo, no era necesario —respondió ella, sin levantar la vista del libro que estaba estudiando.

—Sí lo era.

Cuando alzó la vista, lo encontró sentado en el sofá, observándola con un gesto indescifrable. Esa mirada larga la incomodó, pero al mismo tiempo la llenó de una electricidad que le erizó la piel de una forma agradable. Fue inevitable que el recuerdo del beso no apareciera en su mente de nuevo. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había pensado en eso.

—¿Qué? —preguntó, jugando con su bolígrafo, tratando de sonar casual.

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