La noticia de que había obtenido la nota más alta no la sorprendió tanto como la forma en que todos la miraron. Con admiración. Con respeto. Incluso su profesor se acercó para felicitarla personalmente frente a todo el grupo.
“Saque un diez”, le escribió aquel mensaje a Rodrigo, mientras se dirigía al baño. Llevaba la cabeza en alto, orgullosa de sí misma por primera vez en mucho tiempo. Sabía que lo había logrado con mérito, sin trampas. Porque se lo había ganado. Porque se lo merecía.
Sin embargo, antes de que pudiera darse cuenta, sintió un pinchazo. Algo frío que entró como fuego en su sangre.
—¿Qué haces? —forcejeó confundida con la mujer que acababa de inyectarle. El efecto de la jeringa fue casi inmediato.
—Quería felicitarte en privado —respondió Juliette con esa voz suave, empalagosa.
—¿Qué… hiciste? ¿Qué hiciste, maldita perra? —no alcanzó a decir nada más. El mundo comenzó a girar. El cuerpo le pesaba. La lengua se le volvió de trapo. Los sonidos empezaron a distorsionarse