Las noches apasionadas comenzaron a repetirse de una manera constante. Puntualmente, Enzo estaba en la puerta de su recámara, quitándose el saco y desnudándose ante sus ojos.
Era una visión fascinante. Una perfecta combinación de altura y músculos.
La tomaba de diferentes formas y posiciones. En la cama, en la bañera, en el sofá reclinable, cualquier sitio parecía ser perfecto.
Siempre estaba muy ansioso y caliente y ella, bueno, ella no se quedaba atrás tampoco.
Al menos ahora podía decir que había algo bueno en su matrimonio y eso era el sexo.
También le había asegurado que no tenía ninguna amante y le creía por el momento.
Así pasaron los días con una rapidez sorprendente hasta que llegó el día de su consulta mensual y con ella una mala noticia por parte de su médico.
—Me temo que en este punto la recomendación va a ser estricta. Nada de relaciones sexuales —los ojos del hombre se pasearon entre uno y otro con una clara sospecha—. Es crucial retrasar el día del parto lo más po