A Valeria le parecía increíble que esa mujer sacase ese tipo de conjeturas de una manera tan apresurada.
¿Meterse con el padre?
¿Estaba hablando en serio?
Solamente a una persona con algún tipo de problema mental se le ocurría semejante cosa. ¡Por supuesto que estaba completamente equivocada!
—Olivia, no empieces —dijo Ernesto separándose.
—¡¿Qué no empiece?! —se alteró la mujer de inmediato. En realidad, parecía un fósforo que solamente necesitaba de un simple roce para encenderse—. ¡¿Vas a insistir en que son solo ideas mías?! ¡¿No te parece que son ya demasiadas coincidencias?!
—Sí, aunque te cueste creerlo. Son solo ideas tuyas. Valeria es como mi hija —explicó el hombre con paciencia.
Valeria, quien nunca había tenido una figura paterna, no pudo evitar sentirse reconfortada ante la posibilidad de que pudiera verla como una hija. Sin duda, le hubiera encantado tener un padre presente como el señor Ernesto.
—¡¿Una hija a la que quieres follarte?!
—¡Basta, Olivia!
—¡No, basta