Capítulo 021

Luego de la sugerencia de una enfermera, Enzo se encontraba de pie, frente a las incubadoras, donde sus tres pequeñas hijas yacían conectadas a cables y máquinas.

Se veían demasiado indefensas, así, con tan solo un pañal, sus pieles arrugadas y las venas visibles.

Cada una en su mano portaba una pulsera de identificación y el apellido “Dubois” saltaba a la vista recordándole de quién eran hijas.

Aquellas niñas no habían sido deseadas en un principio por él, pero ahora eran su adoración. Y jamás se perdonaría si por su culpa perdieran a su madre.

De hecho, no podía ni siquiera concebir esa idea.

Valeria no podía morir. Punto.

—Hábleles —sugirió la misma enfermera a su lado—. Les hará bien escuchar una voz conocida.

Enzo se aclaró la voz y entonces dijo:

—Hola, pequeñas. Aquí está su padre.

Media hora después, se encontraba en la habitación de Valeria.

El impacto de verla con la apariencia de una persona que había perdido toda su vitalidad, lo hizo apretar la mandíbula con rabia.
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