Julieta
El sabor es sublime el beso de Damián glorioso e imposible. Cuando respondí mordiendo suavemente sus labios, escuché un rugido en su pecho y su lengua entró en mi boca. Sus manos en mi trasero me aprietan más contra él. Siento su cuerpo duro, me sostengo en sus hombros cuando él me levanta para sentarme en la mesa y se colocó entre mis piernas.
—Tu cabello rizado, esos ojos castaños, tu piel dorada…eres mi sueño hecho realidad Julieta.
Mis dudas se evamporan. Se supone que soy una mujer lógica, racional, estructurada, que no hace las cosas por la emoción del momento o de la nada. No soy impulsiva y, sin embargo, estaba besándo, tocando al alfa que juré odiar, como si no hubiese mañana.
Era una locura, era lo que menos pensé y debía hacer en este momento.
Era equivocado, era perfecto.
Era la perdición, un encanto, una victoria.
Los hombres lobo eran muy hábiles, fuertes y sobrenaturales, y Damián sin duda lo era. Sabía cómo tocarme, cómo besarme, apretaba mi cuerpo, me acarici