Eva
Si alguna vez has visto a dos fuerzas de la naturaleza decidir quién manda en el mundo, sabrás lo que sentí al ver a Ágata y Petra enfrentarse. Pero claro, ellas no eran simples fuerzas: eran las condenadas dueñas de esos elementos. Y yo… bueno, yo estaba ahí abajo, cubierta de barro, intentando no morir aplastada por una montaña.
Octavio había salido corriendo a buscar a Cerebrito, que se había perdido en el bosque. Mientras más lejos estuviera de esto, mejor. Magnus boqueaba, exhausto en el suelo; el Duque estaba desaparecido, igual que Fabrizio. Éramos meros espectadores en este espectáculo colosal.
El suelo rugía como si el corazón del bosque estuviera enfurecido. Árboles enteros se retorcían, las raíces emergían como tentáculos buscando presas. Desde mi posición, apenas unos metros atrás, vi cómo Petra extendía las manos y la tierra respondía: viva, obediente, letal.
Ágata, en cambio, flotaba. No caminaba ni corría; el aire simplemente la sostenía. Su cabello oscuro se agitab