Julieta
La mujer frente a nosotros era otra cosa. Las uñas de sus manos eran oscuras, llevaba collares de madera y piedras. Era hermosa: todo en ella irradiaba tonos cálidos, como si el sol del atardecer se apoderara de un paisaje de colinas y árboles. Olía a tierra húmeda.
—No maneja el fuego, sino que lo usa como elemento complementario —comenté a Eva.
—¡Grandioso! Con un solo elemento basta —gruñó ella entre dientes.
—Bueno, dije vampiros y lobos. Pero hay algo más, ¿no? —preguntó, mirando a Magnus, que estaba en modo lobo bestia. —Un lobo particular… ¿Qué te ha pasado, querido? ¿Qué te han hecho? —Magnus gruñó; ella sonrió y volvió su mirada hacia mí— ¿Y tú, eres humana? ¿Un lobo te marcó, un alfa poderoso? Me encantaría conocerlo…
—Hechicera, déjanos pasar; no te hemos hecho nada —vociferó Fabrizio dando un paso adelante.
—Un vampiro antiguo, de esos que ya no se encuentran. No tengo nada en contra de ustedes, pero sí en contra de los lobos —respondió, fría.
—La manada de Ciuda