99. LA TRISTEZA DEL CAPO «EL ESTAFADOR»
Dominico había permanecido fuera, en la sala de espera solo. Aunque tenía mas de media hora que Alexander Dixon había salido, bastó con ver sus gestos para darse cuenta que ya la había perdido.
Dominico se encontraba en la sombra, observando desde la distancia. El cristal reflejaba su rostro tenso y grave.
Sentía un profundo nudo de impotencia en el estómago. Verónica había estado secuestrada por su culpa, un daño colateral de un mundo que él había intentado mantener oculto.
«Todo por esta vida que elegí», pensó con amargura. Le había fallado al no confesarle su verdadera identidad, la de ser el capo de la mafia.
El mundo entero creía que el pequeño Dom era su hijo. Esa mentira, necesaria para protegerlos, ahora lo ahogaba en soledad.
Dominico la amaba, la amaba desesperadamente. Ese amor era una carga que pesaba más que todos sus negocios turbios.
Pero sabía la verdad sin necesidad de palabras: el corazón de Verónica solo latía por Alexander.
La tristeza era una capa h