Un beso bajo engaño.
Leo estaba con el brazo roto pegado al pecho, mirándola con cara de “héroe en búsqueda de reconocimiento”.
—¿Dijiste que resolviste lo de la cura? —preguntó, intentando sonar casual mientras le echaba un ojo al tubo, como quien ve un cheque en blanco.
Scarlet no respondió.
—Scarlet, esto es un gran descubrimiento —empezó Leo, con esa voz melosa que usaba cuando quería algo—. En agradecimiento por haberte salvado la vida… ¿Podrías dejar que esta investigación sea revelada bajo mi nombre? Ya eres la directora, y la esposa del dueño, lo tienes todo. Pero yo… tengo un brazo roto… y un cargo bastante simple.
Scarlet lo miró. Su rostro se volvió duro y su emoción desapareció como el café de la bandeja.
—Eres un maldito oportunista. Un aprovechado sin escrúpulos. ¿Qué diablos haces aquí?
La rabia le chispeaba en los ojos como electricidad a punto de estallar.
—¿Vienes a ver si puedes colgarte la medalla con mi trabajo? ¿A robarme el esfuerzo? ¿Por qué no me sorprende?
Leo levantó las manos c