Mi padre, y mi alfa gruñón.
—Si de verdad quieres ayudar a reparar lo que dejaste hecho trizas… —le había dicho Scarlet a su padre con la voz cargada de súplica y de autoridad a la vez— quédate un tiempo conmigo. Ayúdame a comprender este poder que me rodea para que podamos salvar a tu nieto. No fuiste padre cuando te necesitaba; te fuiste por razones tuyas, y eso no se borra así como así. Pero ahora te pido que me acompañes, y que me ayudes a ser madre de este niño. No te vistas hoy con el traje de padre protector que nunca tuviste. No puedes pedir perdón con gestos de última hora y pretender arreglarlo todo.
—Hija, aunque te quiero ayudar, no puedo cumplir tu petición.
Scarlet lo miró con dureza.
—Ven a mi territorio —insistió él, casi suplicando—. Allí podremos trabajar, protegerte y estudiar todos tus poderes.
—Este es mi territorio —replicó Scarlet erguida como una bandera—. Soy la luna suprema; debo permanecer con los lobos. Pero si quieres ayudar, quédate aquí un tiempo y ayúdame a entender lo que soy. ¿