Mi hijo, mi ley.

—¿Piensas que soy un loco? —gruñó—. Si te doy mi sangre, con un hechizo obtendrás todo mi poder. Dañarías a mi gente. No pondré a mi pueblo en peligro aunque me muera por ser padre. No creas que he olvidado que en el pasado intentaste erradicar a los lobos por todos los medios posibles.

—Mis motivos tenía y lo sabes —replicó el brujo.

Derek guardó silencio.

El brujo sonrió con dulzura venenosa y, como si quisiera ponerle la mano en el hombro de reconciliación, la movió hacia Derek.

Derek la quitó con desdén, como quien aparta una telaraña.

—Rey de los lobos —continuó con voz melosa—, deja tu paranoia. He avanzado; he dejado nuestra enemistad atrás. No tengo segundas intenciones. Solo intento unirme al bando ganador.

Scarlet apretó la mano de Derek en el vientre, notando cómo su macho hervía por dentro.

—Por ese motivo te lo pondré fácil, lobo —continuó el brujo—. Si ese bebé sobrevive, déjame ser su padrino mediante un pacto de sangre.

La sangre le subió y le bajó a Derek; su rostro p
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