Marcarla… o dejarla ir.

Lioran desvió la mirada, tragó saliva con dificultad. Luego la volvió a mirar de frente, decidido pero vulnerable.

—Paola… no puedo verte solo como una compañera de casa. —Su voz sonó más baja de lo normal—. Eres mi pareja destinada. Y no puedo vivir absorbiendo energía como lo hace Scarlet. No funciona así para nosotros los lobos.

Se acercó un paso, y con un gesto de su mano, señaló el espacio entre ambos. —Un lobo necesita imprimirse en su hembra… marcarla, poseerla. Y eso solo puede ocurrir con intimidad. Con... sexo. Vivir contigo bajo el mismo techo, sin poder tocarte, sin tenerte... sería una tortura. Un castigo peor que la reclusión ancestral.

Hizo una pausa que crujió como un hueso roto.

—Prefiero que te vayas, o me puedo ir yo.

Paola bajó la cabeza como si alguien le hubiera quitado el suelo. El corazón se le comprimió de golpe y le costó hasta respirar. Sintió esa sensación rara que se siente cuando quieres llorar y reír a la vez, pero no puedes hacer ninguna de las dos
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