Más bestia que hombre.
Scarlet asintió, sintiendo cómo la culpa se deslizaba por su espina dorsal. Tragó saliva con esfuerzo, temiendo la siguiente palabra.
—Sí. Lo estoy —confirmó Derek—. Pero no porque eligieras a tu madre sobre mí. Eso jamás te lo reprocharía. Estoy enojado porque no confiaste en mí… porque no me contaste nada. Scarlet, si mi madre no hubiera adivinado las artimañas de mi padre y rescatado a la tuya, tú estarías atrapada en su juego. ¡Casi caes en su trampa!
—Yo… no lo pensé así… —susurró ella, con la mirada baja, sintiendo que sus propias decisiones la estaban ahogando.
Él al fin la miró, pero lo hizo con rabia y una tristeza tan cruda que parecía escrita en fuego.
—¡Te advertí que era peligroso! —reclamó, sin elevar la voz, pero con una intensidad que caló hondo—. Te lo dije, Scarlet.
—Pero… deberías contarme qué sucede entre ustedes, para poder cuidarme… y para poder entender por qué le desagrado —dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas. Sus manos temblaban, y las miró como si fuer