El ataque de los rogues.
Uno tras otro, los presentes comenzaron a quejarse, con la mirada nublada y las extremidades pesadas, como si algo invisible drenara su energía.
Scarlet, sin saberlo, volvió a absorber el poder de la manada. Y aquel lugar se convirtió en un campo eléctrico, vibrante, inestable, como una tormenta a punto de estallar.
Entonces, las defensas mágicas del territorio cedieron.
Mario, que llevaba días con un ejército de rogues respirándole en la nuca, interpretó aquello como una señal divina.
Como si el mismísimo territorio supremo hubiera bajado la guardia un segundo para darle la oportunidad que esperaba. Y ese segundo bastó.
Desde la línea del bosque, emergió una horda oscura: figuras encapuchadas avanzando con pasos rápidos.
—¿Quiénes son? —se preguntaban los presentes.
—Rogues —dictaminó Derek con voz ronca, al percibir el hedor a traición en el aire.
Al frente, sobre un vehículo blindado, venía Mario.
Su padre.
Y todos entendieron de inmediato que no había llegado a presenciar el ritua