Nada más que una sirvienta.
El área de combate se llenó de tensión cuando seis lobos formidables entraron. Dos eran torres de músculo, pero los otros cuatro, aunque menos atléticos, a pesar de sus rostros pálidos, delataban que aún debilitados seguían siendo armas letales.
Derek, al notar la distancia que Scarlet había puesto entre ambos, se acercó. Tomó su mano y, con un gesto cariñoso y posesivo a la vez, le besó el dorso.
—Mi luna… hay cosas que naturalmente no puedes hacer, y yo había planeado hacerlas en tu lugar.
Scarlet giró la cabeza hacia él, alzando la mirada con enfado y curiosidad.
—Hace apenas unas horas pensaba que, después de completar nuestro vínculo, aprovecharía la alegría de mi gente por la fuerza que nos daría la unión… y me impondría. Quería cambiar una tradición antigua, quitar de tus hombros el peso de ganarte respeto por medio de la fuerza y la valentía. Planeaba hacerlo yo mismo… pero no preví esto.
Sus ojos recorrieron a la multitud, y aunque no lo dijo, Scarlet comprendió lo que callab