La euforia de la inauguración inminente del piso piloto en Boston era un zumbido constante en el aire del ático. Las muestras de tejido y los menús degustación habían dado paso a listas de invitados de prensa, itinerarios de tours y el brillo prometedor de lo que estaba a punto de revelarse al mundo. Olivia, con la llave de seguridad del sistema financiero de Vance Enterprises ahora físicamente conectada a su portátil, sentía una serenidad profunda. No era la calma de la ignorancia, sino la quietud del que conoce su terreno y su lugar en él. Había cruzado un umbral, no solo profesional, sino en su relación con Alexander. La confianza total que él le había otorgado era un cimiento sólido bajo sus pies.
Alexander, por su parte, parecía compartir esa satisfacción contenida. Los últimos días habían estado marcados por una colaboración fluida, casi intuitiva. Discutían estrategias a largo plazo para Vance con la misma naturalidad con la que antes debatían los detalles de un grifo. Él valor