Mientras veo mi muñeca vendada, siento el hueco dolor de cabeza azotarme. La enfermera me ha limpiado y cubierto las heridas de mi mano y brazo izquierdo, al parecer unas esquirlas del cristal lograron perforar la tela de mi chamarra y llegar a mi piel; son solo heridas superficiales, según la experta me dijo.
Por el dolor de cabeza me dijo que tenía que esperar un rato a que mi presión sanguínea se regularizara; pero si sigue la molestia, ya me daría un medicamento. Como todavía tengo el cuerpo alterado, prefiere que me calme primero para que las medicinas hagan mejor efecto.
Por ahora, estoy sola en la sala, frente a la chimenea cuya flama artificial me tiene hipnotizada. Voy recordando de poco la persecución y todavía me castigo por olvidar mi arma en el cajón.
Gerardo está haciendo su declaración ante los militares, el jeep que salió en dirección opuesta a nosotros no pudo encontrar al auto en cuestión aunque pudieron verificar el tipo de llanta y dónde se desviaron. En tanto, Arm