Estamos en la sobremesa, mientras que los adultos nos acompañamos con una tasa de café, los niños juegan un rato en el jardín. Me entero entonces que la niña se llama Leticia, por su abuela claramente, y tiene once años apenas. Pero como todas las niñas, ya se le ve un poco más grande. Está a punto de iniciar la secundaria.
Marquito, por su parte, se ve muy pegado a su tío. Descubro que le dice Mano porque de más pequeño no podía pronunciar correctamente Armando, solo Mano, y así se le quedó. Y lo de Maza, para su hermana, fue por Mazapán, el dulce favorito de mi compañero y con el que hace referencia al nombre de su consanguínea. Chistes locales y de familia, que ahora se extienden a los más pequeños de la casa.
Ambos son muy cariñosos con su mamá y su tío, conmigo se han mostrado totalmente respetuosos. Se les ve la gran educación recibida. Yo me pierdo al verlos, ha sido muy agradable estar “entre familia” esta tarde, me ha ayudado a calmarme los nervios después de la casi discusió