Entré a la fiesta, ¡qué suerte! Me dejaron entrar sin problema, seguro por mi facha... No parezco una agente de la FGR en lo absoluto, aunque para ser sincera me siento incómoda por el largo (o más bien, corto) de mi falda. Afortunadamente, adentro todo está a media luz.
El lugar es enorme, es una fábrica abandonada pero aclimatada para este tipo de fiestas. Hay una barra enorme en la que sirven bebidas a todos los invitados, además hay un número ridículo de meseros atendiendo los privados, salas, mesas y periqueras. Aquí deben caber unas 200 personas.
Hay animadoras bailando en lo alto de la fábrica, donde antes solo caminaban con precaución los trabajadores. Hay otras abajo regalando luces neón para portar como pulsera o corona. Para combinar, los shots que regalan los meseros brillan tanto como los plásticos.
En todas las esquinas están montadas enormes bocinas que están conectadas a una plataforma donde recae un mezclador o un DJ. Se puede escuchar una gran variedad musical a todo