Es la sala de espera del blanco hospital en el que ya hemos estado. En la puerta principal se encuentra Armando esperando, viene vestido con un suéter blanco, camisa de vestir azul y pantalones de mezclilla.
Pronto se acercan Dulce, Miriam y don Emiliano, y se saludan los cuatro con mucho cariño. Llegaron muy temprano todos, tendrán que esperar un buen rato ya que el especialista está atrasado y aún no llega.
Los cuatro deciden esperar en la cafetería, el día se siente fresco por lo que piden cafés calientes.
-Armandito, dime, ¿cómo has estado? –pregunta Dulce a su hermano menor.
-Bien, gracias. Con mucho trabajo, pesado el ambiente.
-Sí, traes unas ojeras espantosas, –se queja Miriam –deberías descansar mejor.
Anoche se quedó hasta tarde en casa de Carolina, prefirió hacerlo para no dejarla sola. Además disfrutó verla dormir en sus brazos, tan relajada y ajena del mundo. Al recordar cómo se veía con los ojos cerrados y el collar que le regaló en su pecho, no puede dejar de sonreír.