Lionetta soltó una carcajada cuando su cuñado la envolvió en un fuerte abrazo. Apenas se había dado cuenta de que estaba allí antes de que él se acercara. Teo la levantó del suelo y comenzó a dar vueltas. Era evidente que seguía siendo el mismo tipo encantador y alegre. Lionetta siempre lo había adorado. Era como otro hermano más para ella.
Él la dejó en el suelo, apoyó las manos en sus hombros y se inclinó para darle un sonoro beso en ambas mejillas.
—Estás mucho más hermosa de lo que recuerdo. Dime que ya estás lista para abandonar al tonto de mi hermano y escaparte conmigo.
Lionetta rodó los ojos sin dejar de sonreír.
—Si quieres conservar las manos pegadas a tu cuerpo, será mejor que dejes de tocar a mi esposa —soltó Angelo con voz profunda.
Teo giró la cabeza con el rostro lleno de confusión y miró a Angelo en silencio por unos segundos. Luego rompió en una carcajada profunda mientras echaba la cabeza hacia atrás.
—¡Hermanito! —exclamó su cuñado en cuanto dejó de reír—. Ahí estás